Un antibiótico no es como cualquier otro medicamento. De hecho, recetar y consumir un antibiótico conlleva conocer a la perfección cuáles son sus efectos y qué tipo de beneficios provoca en el organismo. Es muy posible que, a lo largo de tu vida, hayan sido muchas las personas que han hecho hincapié en la necesidad de completar el tratamiento una vez que empieces a tomar un antibiótico, pero ¿por qué? ¿qué diferencias hay? Para responder a estas preguntas, desde Farmacia Medrano Carrión os vamos a explicar todas sus características.
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¿Qué es un antibiótico y cómo se toma?
Un medicamento bactericida diseñado para combatir una infección. Lo habitual es que se trate de amigdalitis por estreptococos, E. Coli o infecciones en las vías urinarias. Su objetivo es eliminar las bacterias y frenar el proceso de multiplicación. En lo que respecta a la manera de tomarlo puede ser:
- Por vía intravenosa. Se suelen prescribir en hospitales o clínicas. Solo se utiliza para casos muy graves.
- Por vía oral. Son líquidos, cápsulas o pastillas. El médico estipula la posología y el tiempo de toma.
- El uso tópico exige el empleo de un medicamento bactericida en forma de aerosol, gotas o crema.
¿Cuándo se desaconseja el uso de antibióticos?
En infecciones virales como la gripe, la bronquitis o el resfriado. Tampoco es aconsejable en infecciones oculares salvo que se conozca su origen bacteriano.
A pesar de estar provocadas por una bacteria, las infecciones auditivas y la sinusitis no deben tratarse con antibióticos. No es recomendable emplear antibióticos como medida preventiva, ya que pueden provocar efectos secundarios como:
- Alteraciones digestivas como diarreas o vómitos.
- Sarpullidos.
- Una reacción alérgica.
- Infecciones con mayor resistencia a los antibióticos.
¿Por qué hay que seguir estrictamente la posología?
Básicamente, porque este medicamento se encarga, exclusivamente, de potenciar las defensas y de eliminar las bacterias. No por tomarlo durante más tiempo se va a conseguir un mejor resultado.
Su empleo ha de estar siempre controlado por un médico que será quien se encargue de realizar los análisis correspondientes para confirmar que la infección se ha podido superar. Por todo lo anterior, es indispensable que:
- No se utilice el antibiótico recetado para curar otras infecciones que pueden tener un origen distinto.
- No se compartan los antibióticos con otras personas. Cada infección tiene un origen distinto que exige un tratamiento concreto.
- No se consuman antibióticos que no hayan sido recetados específicamente a la persona en cuestión. Esta opción aumenta la opción de sufrir los comentados efectos secundarios y, sobre todo, de ralentizar la superación de la infección.
¿Dónde deben comprarse?
En la farmacia y siempre con receta. Se recuerda que adquirirlos en otro lugar es sinónimo de automedicación y de emplear para una infección viral un producto creado para una infección bacterial. Este error de concepto termina provocando que cada vez sea más frecuente aumentar la dosis de antibióticos.
Por ello, es fundamental tanto confiar en el médico y en el farmacéutico para tomar el medicamento recetado de la forma prescrita. Cada organismo funciona de forma distinta y puede necesitar más o menos dosis. Ni acortar esta, ni alargarla arbitrariamente, ayudará a mejorar el estado de salud.
¿Puede un farmacéutico vender medicamentos bactericidas sin una receta?
Si bien la ley no lo prohíbe, el buen profesional no lo hará. Repasando la información anterior es fácil deducir que en una farmacia es imposible determinar si hay infección, cuál es la bacteria que la genera y cuál es la posología correcta. La toma indiscriminada de antibióticos va en contra de los principios de un farmacéutico, por lo que lo más habitual es que se exija la receta y que se dispense exclusivamente la cantidad estipulada en esta.
Recuerda que, gracias al sistema de farmacias de guardia, siempre tendrás un establecimiento disponible al que acudir para solicitar tus antibióticos.